paz interior interna libre identidad existencia juzgar criticar conflicto preocupación ego
Vivir en el paraíso es encontrar la paz. Es algo que claramente puedes elegir aquí en la Tierra. No necesitas portarte bien y morir para llegar al paraíso, sino que tan solo requieres elegir la paz aquí en la Tierra, mientras vives la apasionante aventura de ser un ser humano.
El paraíso está aquí y ahora, pero debes desear entrar en él. Cuando eliges tu paz interiorsobre cualquier otra experiencia estás deseando entrar al paraíso y por consiguiente lo logras y a partir de ese momento toda tu vida cambia radicalmente.
Ese cambio es en extremo sorprendente, y gran parte de la sorpresa es que depende exclusivamente de ti. No necesitas de nadie para experimentar paz. Solo requieres de ti. ¿No es una maravilla esto? Yo pienso qué sí.
¿Qué pasa en la vida de alguien que ha logrado vivir en paz? ¿Qué les caracteriza a las personas que alcanzan una paz interna?
Aquí te presento 11 aspectos que le suceden a alguien que vive así, en la paz del paraíso en la tierra. Te explico cada uno de ellos, para que así puedas medir qué tan cerca andas de este armónico camino de vida:
1. Tienes tendencia a pensar y actuar espontáneamente y no condicionado por miedos basados en experiencias pasadas.
Esto es porque te sientes libre para actuar. Empiezas a experimentar una fuerza que te inclina al enorme placer de ser tal como eres y actuar en espontánea consecuencia. Has logrado creer en ti y vivir a partir de esa identidad. No temes a nada porque ya no te importa el qué dirán. Te amas tal y como eres y has dejado de buscar el reconocimiento de los demás.
2. Tienes una inequívoca habilidad para disfrutar de cada momento.
Esta es una hermosa característica que te confiere tremenda alegría de vivir a cada instante de tu existencia. Vas caminando por tu vida y todo te emociona. El momento más trivial lo empiezas a ver como una gran oportunidad de disfrute. Todo te empieza a parecer mágico y digno de disfrutarse.
3. Pierdes el interés en juzgar a los demás.
Es cuando ya no quieres opinar acerca de lo que hacen los demás, incluso llegando más allá y perdiendo el interés de juzgarte a ti mismo. Simplemente porque ya no te interesa. En tu vida hay cosas muchísimo más importantes y valiosas para experimentar. Es cuando descubres que cuando criticas o juzgas a los demás, nunca los defines a ellos, sino que tan solo con cada juicio que emites, te estás definiendo tú mismo. El tiempo y espacio para estar en paz se te hace tan preciado que criticar a otros resulta en un tiempo imposible ya de invertir. Lo que hagan los demás es algo que ya te tiene sin el más mínimo cuidado. Tú te encuentras en paz y eso empieza a ser más que suficiente para ti. Con el tiempo no tan solo pierdes el interés en juzgarcriticar a los demás, sino que increíblemente los empiezas a querer así tal como son, llevándote la sorpresa de que entonces así ellos te quieren más a ti. Esto es una manifestación de que recibes lo que das.
4. Pierdes el interés en interpretar las acciones de los demás.
Es cuando ya no te interesa darte explicaciones de porque los demás hacen lo que hacen. Simplemente observas qué hacen y nada más, hagan lo que hagan es algo totalmente independiente de ti.
Cuando alguien llega y te hace la clásica pregunta: ¿Cómo ves lo que ha pasado? ¿Qué opinas de esto que hizo fulanita o zutanito? tú solo te limitas a decir: “pues cada uno ya sabrá lo que tiene que hacer”. Y sigues en tu camino de paz. Ya no hay emoción en emitir veredictos como te pasaba antes. Desaparece tu interés en diagnosticar por qué se comporta alguien de determinada manera. Tu discurso cambia.
Por el contrario las personas que tiene un gran vacío interior, que nada les emociona, que nada les satisface, buscan llenar su vacío con el análisis de la vida de otros. Pero en cambio cuando tu vida se llena de paz interior, ya no hay cabida para interpretar las acciones de los demás, ya no tienes ni tiempo para eso, ni ganas. Estas demasiado amorosamente ocupado solo en el regocijo de tu paz interior y permites a los demás que sean y permites que las cosas ocurran.
5. Pierdes el interés en el conflicto.
Cuando te ocurre esto te das cuenta de que tu vida se está llenando de tanta paz que no hay que llenarla con nada más, no pierdes tu tiempo ni escuchando, ni favoreciendo, ni generando ningún tipo de conflicto. Es cuando toda discusión, cuando todo juego psicológico del tipo perseguidor-víctima-salvador, salen de tu vida radicalmente. Incluso empiezas a ver con asombro e incredulidad a otras personas que disfrutan de vivir en el conflicto. Te quedas pasmado y sin poderlo creer ante la gran capacidad que tienen otros en gritarse y ofenderse en alguna reunión familiar o en cualquier otro lugar. No te explicas cómo pueden vivir así. Es cuando empiezas a descubrir que si te encuentras en una relación donde al otro o a la otra le encanta generar conflicto por cualquier cosa, tu solo dices en tu interior: “paso”. Ya no te interesa jugar esta desgastante, tonta y debilitante tortura psicológica autogenerada. Las invitaciones a discutir y a vivir un conflicto las empiezas a ver como lo más absurdo de la vida.
Consecuencia de esto es que también desaparece todo interés en ver programas de noticias o escuchar la radio. Te das perfecta cuenta de que todos los programas de noticias lo único que buscan es vender conflicto como forma de entretenimiento. En cambio prefieres estudiar y leer algo muchísimo más valioso y que hoy te causa gran adicción. Mejor empiezas a invertir horas y horas en leer libros de espiritualidad y superación personal; empiezas a navegar por páginas de Internet que tienen sentido para ti y te aportan paz; empiezas a ser más selectivo en tus programas de televisión si aún tienes interés por verla.
6. Pierdes el interés en tener que preocuparte.
Paras de preocuparte, así de simple. Llega un momento en que te das cuenta de que no tiene ningún sentido preocuparte por nada, por nada en absoluto. Llegas a comprender que preocuparte por lo que queda fuera del alcance de tus manos es carente de sentido porque precisamente no está a tu alcance la solución. Luego llegas a comprender que preocuparte por lo que sí puedes solucionar, también resulta absurdo porque si puedes hacer algo, pues te ocupas de ello pero no te preocupas.
La preocupación es una necesidad del Ego y la persona que está en paz interior ya no se detiene en estas necesidades.
7. Tienes Frecuentes e irresistibles momentos de apreciación.
Te empiezas a admirar de todo lo bueno que hay en todo. Aprecias el bien en todo lugar y persona. Lo descubres incluso en la persona que no lo ha visto en sí misma. Empiezas a tener frecuentes momentos de llanto donde se te salen las lágrimas muy fácilmente al quedarte asombrado ante la maravilla de algún momento o circunstancia. Es decir, aprecias y ya nunca más desprecias. Son dos tipos de energía radicalmente diferentes: apreciar o despreciar. El que aprecia normalmente se encuentra saludable, y el que desprecia está enfermo crónicamente de algo, nunca puede estar bien. Quien tiene paz interior, todo lo aprecia, todo, absolutamente todo y muy seguido. Apreciar sucede como consecuencia de tu paz interior porque lo bello, bueno y verdadero es apreciable desde un corazón en paz y solo desde ahí.
8. Tienes alegres sentimientos de conexión con otros y con la Naturaleza.
Empiezas a sentir “claramente” tu unión con todo. Cuando tienes contacto con la Naturaleza no te quieres ir de ahí. Te empieza a cautivar ver el mar o estar en el bosque como nunca antes. Quizá hasta empiezas claramente a escuchar voces que te hablan cuando observas un roble o cuando se te queda viendo fijamente un venado o un conejo moviendo su nariz. Empiezas a sentir a una planta solo con verla. Empiezas a sentir respeto por Todo, mismo respeto que surge como consecuencia de saberte conectado a ese Todo. Sientes una alegría en esos momentos que las palabras no pueden expresar. Sientes emoción con la emoción de otros. Sientes entusiasmo por el entusiasmo de otros. Sientes alegría por el triunfo ajeno. Y es que precisamente ya nada te es ajeno. Y esa alegría que empiezas a experimentar por saberte conectado con todo y con todos se trastoca muchas veces con amor hacia los demás difícilmente explicable.
9. Tienes frecuentes ataques de risa y sonrisas.
La alegría de vivir es uno de los signos más característicos de una vida espiritual, de alguien en paz. Sucede el colmo de que hasta estando solo te empiezas a reír. ¡Sólo! Ya ni necesitas de que alguien te cuente un chiste o de ver algo cómico. Si te ves al espejo, si te concentras un momento en observar tu rostro con gran atención, podrás ver una sonrisa constante que se quiere asomar en todo momento, incluso si haces este ejercicio, te puede ganar la risa tan solo de verte en el espejo. En cambio, algunas otras personas si se ven en el espejo y se detienen a analizar el reflejo que ven ahí, sin necesidad de un psiquiatra o un analista de imagen, pueden observar lo gris de su vida, los dolores que les ha generado vivir en el lado oscuro, es decir, en su ego, y se nota. La lucha, ya sea externa o interior, siempre se ve en el rostro. Siempre aunque se maquille. La risa y la alegría constantes son un signo inequívoco de tu despertar a estados de conciencia superiores, donde se vive en paz.
10. Tiendes a permitir que las cosas sucedan, en lugar de hacer que sucedan.
Dejas de lado el deseo de solucionar y ser el protagonista confiando en que todo se solucionara de la mejor forma. Empiezas a aceptar que todas las cosas que suceden, suceden por una válida razón, que aunque no la encuentres, sabes que existe, que aunque no la entiendas, pues te deja de interesar comprender o no. Simplemente sabes que las cosas pasan por algo y ese algo siempre termina siendo algo bueno. Lo sabes, y con ese conocimiento tú sigues haciendo lo que te corresponde y sin entorpecer. Empieza a sucederte un pacífico comportamiento donde siempre sabes que si debes actuar, actúas, y si no, dejas que pase. Surge una sabiduría dentro de ti que te permite distinguir entre hacer algo o más bien permitir que sucedan las cosas. Es cuando sabes que todo se dirige al Bien, luego entonces permites que ocurra, simplemente permites. Hay paz en ese permiso, o mejor dicho, el permiso sucede por haber paz en tu interior.
11. Muestras amor por otros, así como una urgencia incontrolable por extenderte a los demás.
Empiezas a sentirte querido por todos y al mismo tiempo te urge amar a todo y a todos, sin distinguir credo, color, posición social, sexo, raza, edad, nacionalidad, cultura o inteligencia. Estás libre de prejuicios y lleno de amor por el ser humano en general, incluso por todo lo que te rodea. Surge un amor entre todos los presentes difícil de explicar. Dan ganas de abrazar y besar y llorar de la emoción. A quien vive en paz es muy sencillo amarlo y él ama también con tremenda soltura y facilidad.
Todos estos son los síntomas de la paz interior. Si te interesa vivirlos, solo necesitas elegir la paz. Un sabio que vive en tu interior te dirá cómo elegirla siempre. Es un paraíso vivir en la paz que has descubierto dentro de ti. Es una bendición saber que podemos entrar al paraíso aquí en la Tierra.
Si tienes todos o la mayoría de estos síntomas, date cuenta que tu condición de paz puede ser ya muy avanzada y así estás ayudando a los demás, incluso con tu sola presencia. Así mismo, si estás expuesto a alguien con varios de estos síntomas, el permanecer expuesto favorecerá tu propia condición de paz si te permites sentirla y aprender de él.
EDU LOPEZ