sábado, 16 de febrero de 2013

El huevo psíquico en clave astrológica



El huevo simboliza el tipo de estructura donde un mundo se origina y se desarrolla, el universo contenido en sí mismo, de cuyo centro surge la luz (Fanes). Descubriremos que también representa la estructura de la psique con su centro individual de conciencia.
El siguiente diagrama astro-psicosintético está basado directamente en el modelo desarrollado por Assagioli. Veremos las analogías y asociaciones que se pueden hacer entre los planetas y los diferentes campos constituitivos del huevo, actualizando nuestra comprensión de las funciones de cada elemento.
Volvemos a tener los siete campos (inconsciente inferior, medio y superior, conciencia, yo consciente, yo superior e inconsciente colectivo) pero vistos ahora desde la perspectiva del simbolismo planetario.
huevo astrologico

Saturno
Aquí el planeta Saturno indica la estructura propia del huevo psíquico, como si fuera la cáscara de calcio del huevo de un pájaro. Es lo que diferencia, limita y hace de borde entre lo interior y lo exterior. Son las líneas puntuadas que separan del entorno a una psique individual, y por eso mismo se objetiviza. Este borde no es inexpugnable (como tampoco lo es una psique) y tanto en su relación con el exterior como en los compartimentos internos se establece una dinámica debido a la permeabilidad de la membrana.
La función saturnina entonces brinda la estructura que permite lo que en otra instancia hace que el yo personal se desarrolle y complejice.
Hasta el descubrimiento de Urano, Neptuno y Plutón, Saturno era el último límite conocido antes de la inmensidad infinita de las estrellas fijas y las galaxias; por eso tradiciones muy antiguas denominaban a Saturno “El Señor del Umbral”, el guardián de las llaves a través del cual (y sólo a través de él) podemos obtener la libertad mediante la comprensión de nosotros mismos. En este sentido, sólo comprendiendo cabalmente lo que se encuentra de Saturno hacia acá, podemos traspasar la membrana para contactarnos con lo trans-saturnino, de Saturno hacia el infinito. Si queremos pasar de una dimensión a otra deberemos, como algunos místicos, implementar una disciplina con perseverancia, esfuerzo y a veces con ascetismo. Veremos luego que este salto tambien puede darse a través de la irrupción de factores que están más allá de Saturno, es decir, gracias a los planetas transpersonales.
La Luna
La Luna indica el plano del inconsciente inferior. Aquellos elementos instintivos que por un lado nos condicionan, pero que también representan las raíces gracias a las cuales podemos nutrirnos. Son los mecanismos automáticos con los que la naturaleza nos dotó para protegernos, es el cerebro de mamífero que aporta la inteligencia amorosa del contacto y la necesaria contención emocional que a su debido tiempo permitirá el alumbramiento de un yo individual. Creo necesario insistir en que cada elemento tiene su función dentro del sistema global de la psique, por eso decir “superior” o “inferior” no debería tener ninguna carga valorativa en tanto que mejor o peor. Nutrir y proteger es el talento especial de la Luna, y es tan o más importante que cualquier otro.
La Luna representa el mundo primario e inconsciente estudiado por Freud y sus seguidores. Es el mundo lunar con sus traumas infantiles, recuerdos históricos (inconscientes), emociones y necesidades biológicas reprimidas.
Mercurio - Venus - Marte
Son los tres planetas entendidos como representantes principales del inconsciente medio. Simbolizan aquellas funciones psíquicas fácilmente disponibles a la conciencia solar.
En psicología evolutiva (la psicología del desarrollo humano) se estudia como una persona va accediendo a estados más complejos y progresivos, que son el florecimiento natural del potencial psíquico.
Existen tres líneas de desarrollo evolutivo que se dan simultáneamente, el psicomotriz, el afectivo y el cognitivo.
El psicomotriz tiene que ver con Marte, un desarrollo fundamental en las primeras etapas del niño, cuando a través de las acciones corporales (jugar, saltar, correr, manipular objetos, etc.) consiguen situarse en el mundo y adquieren intuitivamente los aprendizajes necesarios para desarrollarse en la vida.
El afectivo tiene que ver con Venus (también con la Luna), cuando a partir de la relación con un otro (primeramente con la madre) podrá desarrollarse a su debido momento la inteligencia vincular con el mundo exterior. Si los niños no han experimentado caricias, abrazos, arrullos y otras demostraciones sensibles de afecto, al llegar a la edad adulta pueden tener dificultad para relacionarse afectivamente con otras personas.
El desarrollo cognitivo tiene que ver con Mercurio, es decir, con la construcción paulatina de las estructuras mentales ligadas al pensamiento y la inteligencia. Este desarrollo despertará la capacidad de representar, de simbolizar y de manipular imágenes mentales, propia del ser humano.
Como formando parte del inconsciente medio, estas potencialidades se encuentran a disposición inmediata de la conciencia.
Júpiter
El gran benéfico, como lo llamaban los antiguos, es quien mejor representa el campo del inconsciente superior. Júpiter expande la esfera de actividad del individuo y es quien eleva la conciencia egoica hacia una dimensión que, aún sin llegar a ser “técnicamente” transpersonal, apunta a una dimensión trascendente, social, cultural y verdaderamente ecuménica. En su sentido más amplio, esta unidad o cooperación puede referirse a una unidad mundial de valores morales y espirituales.
Júpiter es el agente capaz de expandir la conciencia, de adquirir sabiduría y, como regente de Sagitario, aquel que promueve la síntesis e integración de cuerpo, mente y alma (caballo, hombre y flecha).
Ken Wilber denomina estadío del Centauro a una etapa del desarrollo humano que es integradora, unificadora y creadora de redes de relaciones. Es lo que Aurobindo llama “ la mente superior”, una estructura tan integradora como para unificar la mente y el cuerpo en una unidad de orden superior, simbolizando el centauro la fusión entre la mente y el cuerpo.
Desde esta perspectiva, Júpiter es el puente capaz de unir nuestro yo habitual con el Yo Superior o transpersonal. El “gran benéfico” nos acerca a ese Yo Superior, siempre que nos permitamos ampliar suficientemente nuestro estado de conciencia.
Los astrónomos calcularon que la masa de Júpiter es sólo ocho veces menor de la necesaria para elevar su temperatura interna hasta el punto en que podría iniciarse una reacción de fusión y así convertirse en una estrella, como el Sol. O sea que Júpiter no se transformó en una estrella por muy poco.
El Sol
Representa el núcleo de autoconciencia, el centro operativo y organizador de la psique global. Es quien da la sensación de mantener una identidad constante, el yo. Simboliza lo que está en “luz”, lo que es consciente. Los demás planetas no tienen luz propia, pero reflejan la luz del Sol. Ellos transforman y modulan -cada uno a su manera- el potencial solar.
El Sol alude a un proceso mediante el cual se apuntala al yo o ego personal, único e individualizado. Es el Rey arquetípico que mora en el interior de cada uno, y todo gira alrededor de ese centro de gravedad y desde allí referenciamos cada experiencia. Este yo es la figura central en torno a la cual se desarrolla nuestra vida.
sol espiritual
Algunas imágenes de los filósofos y místicos del Renacimiento sugieren la posición central del Sol como punto medio entre el cuerpo y el espíritu, por ejemplo en las de Robert Fludd de su “Utriusque Cosmi maioris salicet et minoris metaphysica”, de 1617-1619. (Ver arriba).
El Sol es el centro del sistema planetario en el que se encuentra la Tierra. La energía radiada por el Sol es aprovechada por el reino vegetal, que constituye la base de la cadena trófica, siendo así la principal fuente de energía para la vida. Sin Sol no puede haber vida, sin yo no puede haber conciencia de centro o autorreferencialidad.
Es interesante observar la figura de Fanes y la solar cabeza de León en el centro de su pecho, simbolizando el lugar central desde donde se organiza toda la estructura.
En nuestro modelo el Sol ocuparía el centro del diagrama, siendo la unidad dinámica capaz de identificarse con los diversos elementos que habitan en el campo de la conciencia. En este sentido sería la conciencia en estado puro, que toma la forma de aquello con lo que se identifica, con la alegría si la persona está alegre, con el rol de maestro si está enseñando, con la ira si está enojada, etc.
Para la Psicosíntesis, el yo puede des-identificarse conscientemente de las múltiples identidades que va jugando en el diario vivir. El yo consciente sería el reflejo de un Yo Superior que es individual y a la vez universal. Nos trasciende como personas distintas (es una experiencia de expansión) sin perder la individualidad.
Urano, Neptuno y Plutón
Son los planetas que están más allá del límite impuesto por la órbita de Saturno, planetas llamados generacionales o transpersonales.
Rudhyar los llama “embajadores de la galaxia”, tanto por su situación espacial fronteriza como por su función simbólica. Por lo tanto estos planetas en principio no formarían parte del huevo psíquico basado en el yo (la estructura formada por los 7 planetas tradicionales). Justamente, ellos vienen a trascender el yo, y lo harán de tres formas distintas pero con la misma intención: ir más allá de las barreras en que el yo se siente ser sí mismo. No es difícil imaginar como el ego personal puede sentir la irrupción de estos planetas, en los tres casos tendrá que ver con la sensación de ser llevado a la no-existencia. Es oler la muerte.
Plutón se sentirá como la destrucción de la estructura de la personalidad, en un proceso de muerte y putrefacción que puede implosionar en forma intempestiva, aunque casi siempre se trata de un proceso largo que culmina necesariamente con tal implosión.
Neptuno se sentirá como una paulatina difuminación de los límites del ego, un desdibujamiento y una total vulnerabilidad que nos lleva a la confusión, producida por la pérdida de bordes definidos o conocidos.
Urano se sentirá como un impacto instantáneo que nos deja como fulminados. Una mutación imposible de decodificar, algo inexplicable que nos sume en la inseguridad y en la extrañeza de nosotros mismos.
Sin embargo son justamente estos mismos planetas los únicos capaces de llevar al yo a una nueva instancia, una instancia en que se va mucho más allá de uno mismo como para contactarse con el Espíritu o, en otros términos, con el Yo Superior.
Plutón lo hará desde la voluntad buena y el poder transformador, tiene la potencia capaz de regenerar la vida, curar y vitalizar aquello que sea necesario.
Neptuno sensibilizará cualquier sistema, dotándolo de la suficiente porosidad como para unir lo que aparece fragmentado. Es el vehículo de la compasión por todos los seres y del amor universal.
Urano facilitará el desapego necesario como para ir más allá del ego, pero sin reprimirlo ni negarlo. Renovará constantemente las identificaciones parciales del yo a partir de la sabiduría de una inteligencia que actúa desde otro plano.
El Mandala o la Carta natal
La carta astral tomada en conjunto, es decir, la totalidad pulsando a cada momento, simbolizada por la carta natal de cada entidad terrestre, es el símbolo astrológico del Yo Superior. Es el orden implícito (el orden implicado de David Bohm) donde se encuentra el potencial total de los 12 signos, los planetas y sus aspectos, luminarias, asteroides, las Casas, nodos y todo lo que pueda representarse en un mapa astrológico.
Pero en verdad, la esencia del Mandala astral se encuentra en su centro vacío, una centralidad que genera las infinitas variaciones (orden explicado) que es la propia dinámica de la Astrología.
Este Yo Superior es el paradojal espacio donde lo vacío y lo lleno se unen, donde lo universal y lo personal se interpenetran, y que a partir de allí las palabras terminan, sólo queda la vivencia intransferible de haber tocado el Misterio.
Como sabemos, la Astrología occidental es principalmente una Astrología solar, cosa que también puede relacionarse con la idea esotérica de Sol Espiritual o metafísico y sol físico.
Sería otra manera de indicar la relación entre Yo Superior y yo consciente, iguales en esencia pero diferentes en grado.
Para el esoterismo occidental y para cierta línea del budismo, hay una Luz divina manifestada como Sol Espiritual, el Sol de soles. Esta Luz es la que nos eleva al mundo divino. Este Sol Espiritual se considera la meta del sendero iniciático y se corresponde con lo que muchas religiones llaman Dios. Sin embargo el Sol Espiritual no es ningún Dios externo, o inventado por el hombre, sino que es su propio estado original y puro, su propia naturaleza divina y eterna, que se hará presente en la Iluminación.
Adrian Snodgrass indica que al nacimiento del Buda se lo compara con la triunfal salida del Sol que ilumina al mundo entero. El Buda es, en los textos palis, "el pariente del Sol" y también el "Ojo del Mundo", lo cual evoca la recurrente identificación brahmánica del Sol y del Ojo Cósmico, que lo contempla todo: toda la circunferencia de la rueda cósmica es visible desde su centro solar; el Buda, como el Sol, ve simultáneamente todas las cosas.
No hay que confundir al Gran Sol (Yo Superior), que es el Sol metafísico, con el sol físico (yo consciente) de nuestra experiencia cotidiana. "Mientras la luz del sol físico se divide, brillando de día pero no de noche, la luz del Sol de la Sabiduría brilla esplendorosamente en todo lugar y tiempo, y por doquier en el Mundo del Dharma. El sol perceptible es la mera semejanza del Sol Celestial; se mueve, y mediante su movimiento marca los ritmos del tiempo; pero el Sol imperceptible está estacionario y fijo en un Presente eterno, en el instante puntual y Prístino, a partir del cual el tiempo evoluciona. El Sol metafísico está más allá del tiempo y permanece eternamente inmóvil.

 http://www.astrotranspersonal.com.ar/planetasenpsicosintesis.htm

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