domingo, 8 de diciembre de 2013

La Escritura en los Procesos de Coaching

La Escritura en los Procesos de Coaching

Portal del Coaching | 4/12/2013  @PortaldCoaching
creatividad
Me tomé en serio el acto de escribir a resultas de un bloqueo en el que me vi envuelto. Tenía ideas pero no la forma de canalizarlas. En aquel momento todavía no era del todo consciente de lo importante que iba a ser la escritura en mi vida. Así, pues, decidí que ponerse a escribir de forma cotidiana, hubiese o no ideas concretas que expresar, podría ser bueno para evitar que una acumulación de ellas bloqueara la escritura. Es decir, escribir, aunque sólo sea para explicar los detalles corrientes que acontecen en la vida diaria. Una especie de crónica de los eventos en los que participo. O, dicho de otro modo, escribir como si se tratara de un mantenimiento del intelecto. Así, pues, un ejercicio sin par para darse uno cuenta la de cosas que pasan inadvertidas, todas ellas potencialmente maestras si uno se pone a contemplarlas con plena conciencia. La escritura es eso: conciencia.
Habituarse a escribir
Pues bien, una vez conquistado el hábito de escribir la escritura se va haciendo cada vez más fácil. Con ello no estoy diciendo que los motivos por los que uno se pone a escribir deban ser los que justifican finalmente la escritura. Por ejemplo, un libro que se escribe para plasmar una idea previa. En realidad, la escritura de justifica por lo que va sucediendo en paralelo en la vida de uno. Escribir es un compromiso con la realidad, con los matices de la realidad interior.
Te pones a escribir y los motivos procrean entre sí hasta hacer de ti un médium. Así, pues, y eso es lo que quería expresar, ya no escribes lo que previamente querías escribir sino que te abres mentalmente para que sea tu inconsciente el que se vaya pronunciando a través de tu actitud de escriba.
Sin embargo, y he aquí la cuestión, la escritura puede entrar fuerte en los procesos de coaching como canalizadora de procesos que sin ella pasarían desapercibidos. Se trata de comprometerse con la realidad, entendida ésta como construcción colaborada entre la persona y los hechos en los que participa.
Es decir, la escritura nos ayuda a tejer más consciente y profundamente el hilo que nos une a la trama de la vida.
Por otro lado, escribir es un acto que favorece el telurismo, el movimiento. Me refiero a una agudización de la percepción que se tiene de las dinámicas vitales. Ello supone, por otro lado, que la escritura va a favorecer determinadas sincronías. Uno escribe sobre “algo” y el “algo” sucede. Escribir provoca una mejor unión entre el inconsciente y el mundo, los cuales entrarán más fácilmente en resonancia hasta provocar que lo que se escribe y lo que sucede lleguen a ser la misma cosa.
Consolidación de propósitos
Ponerse a escribir, no me cansaré de repetirlo, sirve para anclar y consolidar propósitos. Pasar un pensamiento a escrito nos obliga a pensarlo, escrutarlo y reflexionarlo. Nos ayuda a percibir contradicciones y bondades en las que no habíamos reparado. También, claro está, favorece la generación de ideas, su orden, su integración, su compromiso con la acción a la que da lugar.
La escritura, además de refinar nuestra capacidad para pensar y exponer lo que pensamos, nos compromete con lo pensado y con lo que continuamente nuestra mente proyecta, creando así las bases para que la acción a la que pueda dar lugar resulte más productiva y provechosa en todos los órdenes de la vida.
La vida más allá de la escritura
Con este artículo podría parecer que me estoy dirigiendo a escritores en ciernes. Es decir, que estoy animando a las personas a que se hagan escritoras. En realidad, esta propuesta no tiene la intención de ello sino, más bien, animar a habilitar la escritura como parte de un proceso mayor consistente en comprender mejor el mundo en el que participamos.
Como si se tratara de una cámara, con la que uno sale de casa dispuesto a descubrir y fotografiar nuevos aspectos del paisaje por el que uno transita todos los días, para evitar convertir en rutina su modo de ver. Y es así cómo nos tomamos la escritura: como manera de refinar la observación, la percepción, la acción.
Escribir para mejorar la identidad.
Escribir para mejorar la visión.
Escribir para mejorar la acción.
Escribir, sin más.

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