¿Nos adaptamos en esencia a aquellas personas con quienes pretendemos establecer un vínculo estrecho y duradero?
Unos años más tarde, en 1958, se estrena la excelente película inspirada en esta obra y que fue magníficamente protagonizada por Jean Seberg (Escorpio – Luna en Sagitario) como Cécile, David Niven (Piscis – Luna en Escorpio) como Raymond y Deborah Kerr (Libra – Luna en Virgo) como Anne, Mylène Demongeot (Libra – Luna en Libra) como Elsa, entre otros actores; dirigida por el célebre Otto Preminger (Sagitario –Luna en Aries), que ya en 1944 había dirigido la película Laura, donde se dieron cita también el romance, los celos y la obsesión. De este director de origen austro-húngaro y de nacionalidad estadounidense, François Truffaut dijo: “Es un cineasta poco comercial probablemente porque se consagra a la búsqueda de una verdad particularmente sostenida y casi imperceptible”.
Aprovechando, pues, que destaca toda esta energía acuariana, entramos en los símbolos que nos ofrece su escrito pero a través sobre todo de la obra cinematográfica. Cécile es la hija adolescente (tiene 17 años) del frívolo Raymond, que estaba viudo desde hacía 15 años, ambos disfrutan de una vida de confort y comodidad gracias a la habilidad para los negocios del padre. La acción transcurre en una preciosa villa que alquilan, con playa particular, y estarán acompañados por la amante actual del padre, Elsa, durante las vacaciones de uno de los veranos que definitivamente va a cambiar su vida, como corresponde a Acuario, con sus deseos impacientes. Cécile disfruta del amor, la generosidad y la alegría del padre, juntos comparten un ritmo de vida bastante activo y deportivo. Por una parte: jugar al tenis, practicar esquí acuático, nadar, etc., y por otra parte una vida nocturna que transcurre entre fiestas en yates particulares de lujo, el casino y muchos litros de alcohol. Nada preocupa a sus espíritus, ocupados tan sólo en disfrutar de toda clase de emociones producidas por una vida de hedonismo y sensualidad. Anne, una antigua amiga del padre, es invitada a compartir con ellos parte de sus vacaciones y la llegada va a provocar una serie de situaciones incómodas en Cécile, ya que su vida de libertad y ocio pretende ser transformada por jornadas dedicadas al estudio para prepararse los exámenes que deberá superar para pasar de curso al final del verano, algo que al personaje no le interesa mucho puesto que para ser la esposa de un marido rico no hace falta ninguna titulación. Pero Anne sí ejerce una fascinación sobre su padre y, llevado por un arrebato romántico, éste decide casarse con ella, algo que le extraña mucho a su hija, que sabe que su padre no mantiene relaciones muy duraderas. Y como nos describe la autora, Sagan, a través de Cécile: “Todavía no sé si este gusto por la conquista esconde una sobreabundancia de vitalidad, el placer de dominar, o la necesidad furtiva, inconfesada, de sentirse seguro, apoyado”. Curiosamente unas cualidades bastante dispares, las primeras muy cercanas a lo que rige Marte o Leo, las segundas más bien vinculadas al mundo Neptuniano de Piscis.
Sin querer desvelar toda la trama del guión de esta película (ni de la novela en sí, ambas son “prodigiosas”, como diría el personaje de Elsa) que puede visionarse tan agradablemente gracias a la interpretación de unos excelentes actores, a los colores, a la atractiva ubicación donde fue rodada, en fin, toda la “charme” que le es propia, abordamos el tema principal. Anne emprende una labor ardua queriendo cambiar a Cécile, obligándola a estudiar, a dejar a las amistades con quienes se relaciona, y a no participar en la vida social de su padre, que en ocasiones se codea con personajes de muy mal ejemplo por su falta de moralidad a los ojos de Anne. Algo que le recriminará Cécile argumentando que es el estilo de vida que han escogido y que es demasiado tarde para hacerles cambiar, puesto que es lo que han elegido desde hace mucho tiempo. La tensión llega a ser muy alta y la presión ejercida sobre Cécile por Anne va a provocar que la adolescente, impulsada por la rabia y la frustración, decida tomar medidas para librarse de Anne, medidas algo drásticas también, precipitadas, sobre todo porque pondrá en juego la capacidad que tiene su padre para vivir en el cambio continuo, de pareja, buscando nuevos estímulos y emociones, sorpresas y diversión.
Los hechos que se desencadenan nos ofrecen un amplio panorama de la naturaleza humana observada desde muchos ángulos diferentes. Uno no ha podido escapar al encanto de todos los personajes, por muy diferentes que sean entre ellos, uno no puede dejar de preguntarse cómo van a poder convivir juntos a la larga, y lo que ocurre en tan pocos minutos precipitando cambios tan bruscos y trayendo esta “tristeza” a los personajes principales activa precisamente en el interior el despertar de la tolerancia como palanca necesaria para poder convivir en el respeto mutuo, eligiendo cada cual su estilo de vida, aunque a los ojos de los otros parezca disparatado y caótico.
Animémonos todos a revisar en “nuestra agenda” aquellos deberes que nos pusimos un poco semiinconscientes y que anotamos en el apartado de “cambios que vamos a provocar en…”. Olvidémonos de esta vocación de reformadores y los aires de libertadores con que nos presentamos en el mundo y que, en realidad, manifiestan intolerancia y rigidez. Acuario ha de servirnos para entrar en nosotros mismos y revisar precisamente nuestras pautas mentales, aquellas que debemos aprender a flexibilizar para seguir aprendiendo a convivir en grupo respetando la singularidad y la libertad de cada miembro.
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